Muy joven aún, fue nombrado canónigo de la Catedral de Palencia, y, en seguida, por designación de Roma, elevado a la primera dignidad después del obispo: el Deanato. Un sencillo hecho cambiaría el rumbo de su vida: el ridículo que sintió ante sus convecinos por la caída de su caballo en el barro de una de las plazas de la ciudad, el primer día que paseaba como Deán, ricamente engalanado.
Decide entonces cambiar de estado e ingresa en la recién fundada Orden dominicana. Estudió teología y se convirtió en predicador incansable. En la vida religiosa, fue forjándose en un gran espíritu de fe, de oración y de celo apostólico. Fue consejero del rey Fernando III el Santo, y se dedicó en su misión apostólica a ayudar a los necesitados, y de un modo especial en Galicia y Portugal, a la atención de los marineros.
La gran devoción a él de los hombres de la mar, con el nombre de San Telmo, se debe a que una tormenta se calmó a la invocación de su nombre. Con fama de santo, murió en Tuy en el año 1246. Su culto inmemorial, como protector de los que corren peligro en el mar, fue confirmado por Benedicto XIV en 1741.
(Nicosia, 1329- id., 1369) Rey de Chipre y de Jerusalén (1359-1369). Tomó a los musulmanes Satalia (Antalya) y Alejandría de Egipto (1365). Murió asesinado